¿Qué tienen las películas de Ghibli que nos encantan tanto? Las obras de Miyazaki Hayao han conquistado los corazones de personas de todas las edades y orígenes. De hecho, la mayor fan de Ghibli que he conocido fue una estudiante universitaria italiana que me hablaba de las películas con una pasión que superaba incluso la de los niños japoneses que han crecido viéndolas. Tal vez sea la forma en que se ilustran los paisajes verdes, que te hace querer lanzarte dentro de la pantalla y rodar por la hierba esponjosa de la escena. Tal vez sea la capacidad de Miyazaki para hacer que un grupo de árboles parezca tanto ominoso como etéreo, como un lugar en el límite entre la realidad y algo más. Hay una pureza en los escenarios y personajes —tanto humanos como no humanos— que nos hace extrañar algo que la mayoría de nosotros nunca ha vivido, pero que, de algún modo, conocemos. Las películas despiertan nuestra nostalgia por una forma de vida tranquila y serena, perdida hace tiempo a causa de la industrialización. Una forma de vida que, para muchos, solo existe en los cuentos que nos contaban nuestros abuelos y en las películas de Ghibli.

Asuka es ese lugar, que aún existe hoy en el extremo sur de la prefectura de Nara. Los arrozales se extienden a izquierda y derecha, salpicados por grupos de magníficas casas tradicionales japonesas con techos de kawara y pilares de madera. Si miras hacia arriba, verás que estás rodeado de montañas cubiertas de árboles verdes y frondosos. Recorre las suaves colinas en bicicleta, igual que lo hacen Mei y Satsuki en Totoro.* Los agricultores con grandes sombreros de paja, inclinándose para cuidar sus campos, completan el paisaje. Aquí es, pensé cuando llegué por primera vez: el lugar donde aún vive la magia que nos recuerdan las películas de Ghibli.

*Mei y Satsuki son las dos hermanas de Mi vecino Totoro, posiblemente la película más representativa de Ghibli. Si no la has visto, mírala.

Por Mao Shiotsu (la hija de la CEO)